Para su chequeo anual, el doctor le pide una muestra de esperma a Felipe, un hombre de 85 años, le da un frasco y le dice:
Mire, señor, lleve este frasco a casa y tráigalo mañana con la muestra de esperma.
Al día siguiente, el hombre de 85 años vuelve al consultorio del doctor y le entrega el frasco que se encontraba tan vacío y limpio como el día anterior.
El doctor le pregunta a Felipe ¿qué pasó? ¿Por qué el frasco está vacío?
El hombre le explica:
Mire doctor, primero intenté lograr el cometido con mi mano derecha y nada.
Después traté con mi mano izquierda y
tampoco nada.
Luego le pedí ayuda a mi esposa, ella
trató con su mano derecha, después con su mano izquierda y tampoco nada.
Fue entonces que ella dijo, yo tengo que poder, entonces probó con su boca, primero con los dientes puestos, después trato sin los dientes y por más esfuerzo que hacía, tampoco nada.
Mientras mi esposa lo intentaba, llegó mi nuera y se puso en su lugar para ayudarla.
Pensamos que por ser más joven no
tendría problemas, pero probó un buen rato, en distintas posiciones, cada vez
más raras, pero no hubo caso, tampoco pudo.
Fue en eso que se me ocurrió llamar a Susi, mi vecina, estaba seguro que ella no se negaría, ya lo había hecho otras veces. Así que ella vino y lo intentó, también trató primero con las dos manos, luego debajo del brazo y hasta apretando entre sus rodillas, pero tampoco lo logró.
El doctor estaba mudo y muy pálido, no tenía modo de cómo reaccionar ante lo que estaba escuchando, pero entonces, miró a Felipe y le dijo:
Es en serio, ¿usted le pidió ayuda a
su esposa, a su nuera y a su vecina?
El octogenario paciente le contestó:
Sí doctor, claro, no tenía más remedio, yo no podía y a pesar de que todos lo intentamos, ninguno pudo abrir el frasco.