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martes, 19 de junio de 2018

Cuento: Me gusta mucho estar con los abuelos

Los que hemos tenido el privilegio de vivir con nuestros abuelos, sabemos lo que ellos significan en nuestra vida, porque no son solo los papás de nuestros papás a los que vamos a visitar, al vivir con ellos se convierten en nuestros cómplices, en nuestros primeros compañeros de vida, y nosotros, tal vez, en los últimos de ellos. 


Con mucho cariño, hoy paso a limpio este pequeño cuento que adapté pensando y extrañando a mis abuelitos. Espero les guste. Un  beso, un abrazo hasta el cielo. Dios bendiga a los que ya tienen el privilegio de ser abuelos. A los padres, que pueden ver disfrutar el que se junten dos generaciones distintas. A los nietos, que recibimos a través de esas historias, tantas lecciones de vida. Dios bendiga a las familias.


Adaptación: By: Egalán

Cuento: 

ME GUSTA MUCHO ESTAR CON LOS ABUELOS

Él es mi abuelo.

Mi abuelo es viejo, viejito, viejecito. (No más no le vayan a decir)


Cuando le pregunto: abuelo, ¿cuántos años tienes? 
Se aviva su vista, se pronuncian sus arrugas, frunce sus cejas, se pone serio y me dice: ¡Tengo "cochocientos" años!

Yo no sé cuántos años sean "cochocientos". 
Yo solo sé contar hasta diez. 
Deben ser muchos años. 
Pero con sus "cochocientos" años y todo, yo quiero mucho a mi abuelo.


El abuelo se abriga con su chompa "Jorge Chávez", se pone las botas de agua,   
 coge la linterna porque es de madrugada, y me dice:
- ¡Sigue durmiendo, ya nos vemos, me voy a pescar!

Y más tarde, yo lo espero, lo espera la abuela, lo esperamos todos para juntos almorzar.

Mi abuelo me lleva de paseo por caminos que no conozco, pero que él ha recorrido seguro de mucho andar, tal vez por eso los anda a pasos tan rápidos, que no se da cuenta que mis pies cortos me dejan atrás.

Él me cuenta anécdotas muy divertidas y otras que me hacen asustar, me gusta mucho verlo leer el periódico, aunque a veces él lo use para matar moscas, y aunque sus manos son ásperas y sus brazos fuertes, sus abrazos son muy agradables, me sienta a veces en sus piernas y me hace cosquillas. Su mirada, sus ojos, aunque tristes, me trasmiten paz, me gusta mucho estar con el abuelo.

La abuela también me engríe, me regala dulces cuando nadie nos ve, le gusta estar en la cocina o en la sala tejiendo, silbando o cantando como ella sola lo sabe  hacer. También le gustan las plantas y a mí me gustan las flores que crecen en su jardín, le gusta mucho hablar con la gente, pero a veces, la encuentro sola, en silencio, mirando al cielo, y yo no me imagino el porqué.

... Han pasado algunos años, ahora para mí la vida no es tan sencilla como antes, pero sigo pensando que el mejor lugar del mundo después de mi casa, es la casa de los abuelos.

... Ven, pasa, no te quedes allí.

Abuelo: ¿por qué eres tan bueno? Le pregunto.

Piensas que soy bueno. En realidad todos somos buenos, cometemos errores, pero somos buenos. Y cómo eres bueno, te van creciendo unas alas. Unas que no se ven pero que están allí, con los años esas alas se van haciendo más grandes, tan grandes que van pesando, y llega un momento en el que pesan tanto que ya no puedes caminar, y solo te queda abrirlas … y volar.

Ahora entiendo todo, entiendo por qué a veces la abuela miraba al cielo y por qué el abuelo finalmente un día abrió sus alas para volar. Es más que seguro que fue en búsqueda de la abuela, mucho tiempo sin ella no podía estar, y aunque los extraño mucho, sé que algún día a mí me tocará también abrir mis alas y volar, ojalá allí los vuelva a encontrar.

Me invade la nostalgia pero también la sonrisa y una eterna gratitud, miro ahora a un pequeñín correr a los brazos de mis padres, que luego se acerca y nos dice: PAPÁ, MAMÁ: ME GUSTA MUCHO ESTAR CON LOS ABUELOS.



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